
Estábamos compañeros de piso, digamos, pero Duna siempre tenía derecho a sentarse en la mejor silla, como ya veréis. Siendo de raza pastor vasco, era muy trabajadora ... bueno, yo mismo nunca la veía haciendo nada energético ... quizás su derecho a la paz y a la tranquilidad fuera la herencia de sus padres.
Cuando la conocimos estaba viviendo muy cercita a La Plaza Cervantes en Santiago de Compostela.
A ella le gustaba escuchar el entonces nuevo disco de Bebo y Cigala (elegido por su dueña Liana, suponía). Le gustaba mucho seguir las monjas cuando estaban volviendo del mercado con sus carritos de compras llenos de empanadas de atún. Yo también.
Era una perra muy genial.
Por Internet, consultamos las reglas de cuarentena australiana. Sabía que son unas de las reglas más rigurosas del mundo pero importar un perro me pareció una verdadera pesadilla.
No pasa nada, un poco más tarde, subimos una montaña arriba de La Bahía de La Concha en San Sebastián. Allí, nos contaron, estaba un refugio para los perros abandonados. Qué lugar tan triste ... y no había ningún pastor vasco.
Sólo nos queda la foto.