Algo curioso: Conocí a un tipo que era el jefe de negocios del torero conocido como El Inglés. Se llamaba Henry Higgins (no me refiero al jefe sino al torero) y fue a España para aprender a tocar la guitarra. El jefe, otro inglés, se llama Juan, y le conocí de una manera extraña. Tenía yo la primera cita con mi mujer desde nació nuestra hija el año pasado. Decidimos cenar en un restaurante bastante buena en un barrio majo de Sydney. Se llama La Pintura Fresca. Bueno, entramos por la puerta (somos muy conservadores) y ya estábamos enfrente de mi hermano Miguel y mi cuñada, cuyo nombre no se puede traducir a castellano. Cenaban juntos con el antiguo socio del torero inglés.
Algo conmovedor: Hasta ahora sólo he podido ver una película en La Fiesta del Cine Francés. Pero no puedo ni imaginar una pelí mejor que La Petite Chartreuse. Era tan impactante, tan emotiva ... no sólo la historia, los personajes y la interpretación sino el paisaje y la música. Era una pelí tan sutil como poderosa. Me emocionó muchísimo la actuación de Olivier Gourmet, que trajo al papel todo ... su físico y su alma.
Sunday, March 12, 2006
Sunday, March 05, 2006
Lejana y sola
¿El abuelo de Adrian Brody?
Estaba leyondo El Quijote, en la traducción nueva de Edith Grossman.
Estaba bebiendo una copita del amontillado con hielo. Casi se fue el verano aquí en la costa del Pacífico.
De repente, me trajeron recuerdos de Córdoba.
Córdoba. Lejana y sola.
Nos perdíamos y chocamos con la casa de Manolete.
Habíamos toreado el silenco en el Museo Taurino.
Al caer la noche, entramos en un bar como la cueva de Montesinos y pedimos un vino típico, algo parecido al amontillado.
Otra copita, ahora mismo. Algún día, sí volveré a Córdoba. Algún día, voy a poder leer El Quijote en las palabras frescas de Cid Hamet Benengeli.
Estaba leyondo El Quijote, en la traducción nueva de Edith Grossman.
Estaba bebiendo una copita del amontillado con hielo. Casi se fue el verano aquí en la costa del Pacífico.
De repente, me trajeron recuerdos de Córdoba.
Córdoba. Lejana y sola.
Nos perdíamos y chocamos con la casa de Manolete.
Habíamos toreado el silenco en el Museo Taurino.
Al caer la noche, entramos en un bar como la cueva de Montesinos y pedimos un vino típico, algo parecido al amontillado.
Otra copita, ahora mismo. Algún día, sí volveré a Córdoba. Algún día, voy a poder leer El Quijote en las palabras frescas de Cid Hamet Benengeli.
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